Creo en la vigésimo cuarta personalidad de Kevin
Wendell Crumb.
Hay tres formas de libertad ineludibles e
inapelables: la de pensamiento, la de expresión y la de acción. Que las
libertades de uno terminan donde empiezan las del otro, es un axioma. Que tu
libertad a grabarme termina donde empieza mi libertad a no ser grabado, y que
el límite lo dicta la Justicia.
La Libertad no es poder hacer lo que se quiere,
sino poder hacer lo que se debe.
Pero la Justicia no es objetiva, como lo es la
Libertad: pensar, expresarse y moverse son actos responsables del ser humano,
del individuo, ejerciéndose como tal ante sí mismo o los demás. En cambio la
Justicia es social.
Lo que es justo para unas sociedades no lo es para
otras. A pesar de saber, los individuos que las componen, qué es el Bien y el
Mal. Pues la Justicia deriva de éstos, pero si bien el Bien y el Mal son más o
menos objetivos, su aplicación, que es la Justicia, no lo es tanto.
Es justo pues quien ejerce el Bien, e injusto el
que ejerce el Mal. La Justicia trata de que se ejerza el Bien sobre el Mal en
cualquier sociedad, y en el mundo por ende. Aunque hay sistemas de justicia
minúscula injustos, y hay Justos mayúsculos tildados de injustos. Pero eso es
harina de otro costal.
Lo que le ocupa al Décimo Hombre es la Justicia
como tal, no la aplicada en equis o ye sociedad, nación o Estado.
Es la Justicia pues el ejercicio del Bien, y la
aplicación de la Libertad.
Si soy Justo, ejerzo el Bien, en pos de la
Libertad, que es hacer lo que debo a través de mis pensamientos, mis
expresiones y mis acciones. ¿Es por tanto la Libertad el objetivo de la
Justicia? ¿Es por tanto la Justicia la base de la Libertad? De algún modo.
No hay pues Libertad sin Justicia, pero sí
Justicia sin Libertad. Es injusto no ser libre. Pues pueden encerrar al Décimo
Hombre en una celda – suprimiendo la libertad de acción – y amordazarlo –
suprimiendo la de expresión – pero puede seguir siendo libre en el pensamiento,
donde no cabe nada más que el yo. Empero se imparte Justicia sobre libres y
esclavos.
Teniéndose en cuenta que el esclavo es quien no es
libre ni tan sólo en su propio pensamiento.
Se puede ejercer el Bien sobre el esclavo… y se
puede ejercer el Mal sobre el libre. Eso es cierto, y vanidad debajo del Sol.
No obstante, cualquier justicia sobre el esclavo,
como no es libre, deja de ser justa. Pues la Justicia es la aplicación de la
Libertad, el ejercicio del Bien.
Y, si existen esclavos, no hay Bien, no hay
Libertad, no hay Justicia.
Los esclavos son los que no escuchan al Décimo
Hombre, quienes no miran detrás. Los que no son libres, y sobre los cuales no
se puede ejercer el Bien ni aplicar la Justicia.
Si otro se adueña de mis pensamientos, dejo de ser
libre para pensar; con lo cual no tendré libertad para expresar ese
condicionado pensamiento; con lo que me moveré en una celda de forma constante,
sea ésta tan grande como el mismo Universo. Estaré encarcelado por mis propias
acciones, aunque yo crea – pues todo es ilusión amigo Sancho – que soy libre
actuando.
Sólo soy libre de verdad si soy libre en mi
pensamiento.
El Décimo Hombre lo sabe: ha mirado detrás. Escucha
las tuercas del Tinglado. El Décimo Hombre se expresa en consonancia a ese
pensamiento. El Décimo Hombre trata, en medida de lo posible y respetando las
libertades de quienes le rodean, de actuar en consonancia con esa expresión: si
haces lo que dices, eres coherente; y ser coherente es ser también honesto.
Ser Libre es ser Justo, es aplicar la Justicia
mayúscula, ejercer el Bien, hacer lo que se debe, ser responsable de los actos
derivados, coherente y honesto.
Ser Libre es ser valiente: es tirar la piedra y no
esconder la mano; decir “esta boca es mía”; respetando a los demás y haciéndose
respetar uno mismo. Ser manso, pero no menso.
Entonces, no hay tampoco Justicia sin Libertad.
Porque ser cobarde no es Justo.
La Libertad y la Justicia han de ser conceptos
aplicables de forma directa y coordinada. Si somos realmente Libres, seremos
Justos; si somos realmente Justos, seremos Libres.
Todo aquél que no es Justo, deja de ser Libre:
esclavo de su injusticia.
Todo aquél que no es Libre, puede no ser Justo:
esclavo de su falta de libertad. Mientras que la frase anterior es
perfectamente afirmativa… ésta no lo es tanto: “puede no serlo”. Porque, ¿qué
culpa tiene el esclavo de haber sido invadido en el pensamiento? Y aun invadido
su pensamiento, sin ser libre lo más mínimo, ¿serán sus actos considerados de
facto injustos? No lo creo; no puedo asegurarlo. No tan en la medida como
aseguro que el que no es Justo no es Libre.
El Décimo Hombre no se deja avasallar por los
devoradores de mentes.
Aquéllos que invaden los pensamientos,
esclavizándolos.
No se deja domar ni por sí mismo, por eso duda aún
de su propio discurso.
El Décimo Hombre tiene la idea tangente, y su
misión es su desarrollo.
No obstante, es muy probable que la gente que no
es Libre, a pesar de tampoco ser injusta, esté muy lejos de toda Justicia. Porque,
si ya no soy libre de mis pensamientos, de mis expresiones y de mis acciones,
¿cómo seré responsable de mis actos, sean estos justos o no?
Si yo no soy el dirigente de mi mente – por el
veneno que los devoradores de mentes han puesto en mi cerebro – no soy el dirigente
de mis expresiones – emponzoñadas con el mismo – y mis acciones, ¿cómo
llamarlas propias si me han convertido en un títere de su Sistema; en un zombi
de su consumismo; en un esclavo de sus ideas que serán la base de mis acciones…?
¿Es responsable el mundo de no ser Libre… Justo?
Totalmente.
Pues expresar que me disgusta ser grabado,
expresar que el límite de tu libertad a grabarme termina cuando empieza mi
límite a objetar ser grabado, nace de mi pensamiento: del deseo de no serlo, y
al expresarlo soy Libre de pensamiento y de expresión… de acción, ya veremos –
la Justicia y la justicia lo dirán.
Pero si soy tan responsable como para pensar,
decir y hacer; tú lo eres para no pensar, no decir y no hacer.
Es tu omisión de pensamiento, expresión y acción
la que te convierte en responsable de tu esclavitud. Y, por tanto, de tu
injusticia.
Pues no es justo que, mientras yo defienda mi
Libertad, tú calles. Pues mientras todos callen, y nadie se defienda, se
extenderá la esclavitud de acción, que será la base del silencio, y el silencio
se convertirá en el germen de la ausencia de todo pensamiento.
Por esto y muchas otras cosas, el Décimo Hombre –
como adalid de la Libertad, aplicada por su sentido de la Justicia y ejerciendo
el Bien – siempre, siempre, está al acecho.
Miguel Díaz
Romero.
Torrevieja, 14
de Agosto de 2023.
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Kevin Wendell Crumb
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