sábado, 24 de abril de 2021

Pokémon -izados

Pokemonizados,

Con este vicio que tenemos los ex escritores de inventarnos palabras,

Como el aborrascado de Unamuno o el clincleo de Óscar Rodrigo,

Mientras espero con ansia devorar el poemario de Carlos Alós este lunes,

En valenciano,

Nos veo pokemonizados.

 

Pokemonizados por una bola roja y blanca, con una tira negra en su ecuador, y un agujero ínfimo en el extremo inexacto de toda esfera, por el que vemos la realidad

Que a duras penas enfrentamos.

 

Pokemoniazdos por el Ash de turno, normalmente hortera,

Que nos lanza en el campo de batalla para pelearnos con otros

En nuestra misma y triste situación.

 

Quisiera ser un Meowth, parte del Team Rocket, uno más,

Y hablar…

Pero nos tienen silenciados:

Somos Pikachus en manos de un Stalin desdibujado,

Sin plumas, sangrando, desgarrados de dolor,

Siguiendo al Líder porque lleva granos de maíz con que mal alimentarnos en las cuencas de las manos.

…tirándonos rayos electrocutores por los mofletes entre nosotros…

 

Pokemonizados, sí…

Cuales gallos de pelea disolutos, vociferando opiniones sesgadas,

Con furibunda ira e incontenible rabia, tras el escudo anónimo de las redes sociales.

 

Pero a puñetazos  no, ¿verdad, cobardes?

 

Somos la marioneta blanduja, abrazable, con peluche por piel y serrín por cerebro,

Que vive en la pokebola de otro

Asidos a un cinturón que nos da la vida y nos esclaviza a partes iguales.

 

Pokemonizados.

Cada vez que la pronuncio en la soledad abisal de mi mente,

Me gusta más.

P-o-k-e-m-o-n-i-z-a-d-o-s… qué me den un sillón en la Real Academia de la Lengua Española pero ya.

 

Ah, que por qué lo de la soledad abisal en mi mente:

Es el décimo hombre, disfrutando del estado de sus palabras apareciendo en el editor de texto.

Hoy el décimo hombre está feliz.

Se sabe Meowth entre Charmanders.

 

Yo ya rompí la bola y maté a Ash clavándole mi silencio en las sienes,

Dejando su cabeza atravesada como a aquél reyezuelo cananeo en la Biblia.

Yo ya dejé de tirarle rayos al prójimo,

Cuando entendí que estaba encerrado en mi misma esfera.

Yo ya no hablo,

Soy el silencio,

La espera,

La paciencia que respira profundamente tras la puerta, a oscuras, con los ojos cerrados sumido en la sima de sus propios pensamientos, con ingenio oscarwildeano, esperando a su víctima número trece con el hacha todavía goteando sangre negra en las manos.

 

Torrevieja, 24 de abril de 2021.

Miguel Díaz Romero ©  



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