lunes, 22 de agosto de 2016

Introducción a "El sonido del triángulo"



Todos sabemos que no existen. Todos sabemos que provienen de culturas hoy remotas, de lugares que quizá nunca llegaron a existir; o de la enajenada mente de un escritor o historiador de lo oculto… todos sabemos que no sobrevuelan nuestros tejados, que no pueblan nuestros bosques, que no nos miran desde el otro lado del cristal o al fondo del garaje. Pero continuamos mirando la ventana, aunque vivamos en un séptimo, cuando pensamos en ellos. Nos acordamos de sus nombres al contemplar la luna llena en lo alto del cielo. Llegamos incluso a tocarlos cuando, a oscuras y normalmente en silencio, deslizamos la punta de los dedos en busca del interruptor por la pared. No existen; nunca han estado aquí; pero los tenemos presentes en la brisa fría de origen incierto, en una sombra informe proyectada en un solitario aparcamiento, posados en la rama de un sarmentoso árbol.
            Habitan en lo más profundo de nuestro conocimiento. Pertenecen a nuestro mundo como las matemáticas, la gastronomía o el propio lenguaje. Son parte de nosotros, de nuestros recuerdos y nuestras pesadillas, como la primera bicicleta o aquel partido de fútbol.


Por eso, constriñendo el cojín contra el pecho, seguimos viendo Cuarto Milenio… aunque nos pasemos una semana girándonos sin sentido al doblar cada esquina. Por eso mordemos o pellizcamos a quien nos acompaña, queriendo desviar sin hacerlo la mirada del televisor al ver una peli de terror. Por eso, y aunque nos recorra un gélido escalofrío la espalda y tengamos alucinaciones, no deseamos cerrar ese libro aterrador que nos habla entre las manos.


No importa en realidad si creemos en fantasmas; si leemos sobre vampiros; si somos más o menos macabros… porque, aunque no lo deseáramos, las fantasías terroríficas… y los seres míticos que las protagonizan desde que el ser humano contó al amor de la lumbre la primera historieta sobre sus propios miedos… son una parte inseparable del todo que nosotros significamos. Son parte de nuestro folklore, idiosincrasia, naturaleza… parte al fin y al cabo; porque se han metido en nuestras casas en forma de imágenes, páginas o palabras pronunciadas; de nuestra familia.

            “El sonido del triángulo” es una novela juvenil de terror que, inspirada por toda esa mitología de la que he escrito, nació para entretener, y aterrorizar si logro que alguien mire, frenético, a ambos lados como si despertara de un malsueño dejando la lectura por no poder soportar las imágenes de su propia imaginación, a cualquiera… Cualquiera que, con ese deseo tan extraño de querer pasarlo mal por pasarlo bien durante un rato, recuerde que no hace demasiado tiempo veía vampiros en el tejado, licántropos en el bosque… y fantasmas en el pasillo.

Miguel Díaz Romero


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