Mi gata Nala duerme,
los rayos de sol estival se filtran
y la calientan...
pasa de todo.
Desconoce el debacle de su amo,
de su interior retorcido
no sólo por las tinieblas
de las novelas de terror que escribe...
Mi gata Nala no entiende
de desempleo,
de lunes al sol,
de paseos inútiles por el parque,
de fines de mes,
de zapatillas rotas
y tuppers en la nevera.
Mi gata nala es la mejor.
Es gris y blanca,
la adoptamos cuando unos impresentables,
bestias,
la abandonaron sin uñas en la calle...
Ella nos quiere,
pero sigue sin saber...
...que huracanes de mentira,
locura,
incertidumbre,
asolan el mundo.
Miguel Díaz Romero (c)
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