MI VILLANO FAVORITO
Hoy he soñado con regresar a Seattle, dejar atrás esta ciudad y conducir hacia el norte sin mirar atrás. Sentir el frío viento de las Rocosas en el rostro sobre mi Eagle Spirit...
Tuve consciencia del décimo hombre en una terraza de Aix-en-Provence, en un día soleado de septiembre, tomando café noissette y fumando tabaco de liar de una marca desconocida. Olía a dulces argelinos, jabones y unas flores cuyo nombre nunca he sabido, amarillas y pequeñas, que se vertían en racimos desde los tiestos hasta el suelo, poblando la pared.
Allí murió Tango definitivamente: fue un buen perro hasta su final. Y cumplió su papel de guardián de todo aquello que, por atesorado, no me permitía ser libre. Quizá la muerte de aquel amigo fiel, fiero can, supuso también el despertar de lo material a lo esencialmente espiritual.
Sin vanos tesoros pudriéndose bajo el Sol, ya no era necesario que una bestia se ocupara de morder a quien los quisiera tocar.
A veces bajo al vado de tierra y piedras finas entre las lánguidas hojas, frondosas y verdes, de un sauce que acompaña de la mano a un viejo sicomoro tan alto como la montaña: el lago frente al Hostal de Arguis aparece limpio, reflejando la tibia luz del cielo en su callada superficie. Y soy feliz.
Todos estábamos viendo la tele: aquel día en la provincia de Huesca nos cambió para siempre. La congoja de lo que entonces sí era un país, unido por la brutal muerte de Miguel Ángel Blanco.
El décimo hombre me ha recordado que tal vez sí nació en el garaje de mis padres, sobre un amplificador para guitarra. O en alguna guarida de Santa Ana, como una cuadra o una conejera... gavillas en la cambra y heavy-metal hasta el amanecer. No resuenan ya los tambores de Manowar en el dolor de garganta, que rabiaba a sudores de acero cuando todavía no sabía quién era yo. Pero algo quedó en el recuerdo, como una base sólida de hormigón.
...atadas las manos a la espalda, con cadenas rodeando mi torso y el candado sobre la columna vertebral, tumbado sobre el cemento fresco decúbito supino, siento la mezcla solidificarse y yo no puedo incorporarme. Sin tu amor, moriré de hambre y de sed.
El décimo hombre no puede olvidarse de la noche mirando al mar. Late en su corazón el alma desnuda del Mediterráneo, gélida como un témpano de metal blanco, que se puso a llover y acabó destrozado en un callejón de Villarrobledo, desayunando con unos gitanos comerciantes de ropa negra.
Mi villano favorito tiene que deicr la verdad: está esperando el comentario oportuno para bloquear el pasado, y olvidarse de todo... conduce un Charger del 69 hacia Regina, entre taludes nevados y altos conjuntos de abetos, observando al Foresuto Supiritto entre los troncos, jugando a la suerte.
El décimo hombre no es mi villano favorito. Son inversamente proporcionales en el organigrama de mi estabilidad literaria.
Quemaré todos los ejemplares de "Para siempre".
Soy un Borges corrigiendo la infinita novela de nuestras vidas.
"Fundamentalmente, el arquero apunta hacia sí mismo".
MI VILLANO FAVORITO II: REDENCIÓN
Siempre hay una segunda parte cuando lo que escribo no es todo lo que quiero decir...
Mi villano favorito está cansado de existir. Fue el relevo del Tango que maté, y ha sido necesario hasta el día de ayer, cuando quemé tu bandera.
He reñido con las ideologías; me he despojado de mi cuerpo y de mi carne; ha caminado hasta el faro y vuelto en una tarde; me he zambullido en el Mar para no salir; he roto tu postal de Altea y regalado mis discos de Iron Maiden; vendí mis miniaturas y lavé con lejía mi lengua; he llorado por cada una de las bodas a las que como novio asistí; llevo siempre debajo una prenda negra...
Mi villano favorito debe morir.
El décimo hombre grita.
Suena el disparo.
Empieza la vida.
Requiescat in pacem... o no.
Ya no podemos ser amigos. He roto las cadenas, el cemento se ha mojado con el sudor de mi desesperación por conocer el futuro. Viejo y libre, de camino a Seattle otra vez...
Sonrío al ver, entre los tejados de de la ciudad antes de llegar a la Bahía de Elliott, el pináculo puntiagudo del Space Needle, torciendo hacia la Avenida Taylor desde Denny Way...
Torrevieja, 6 de diciembre de 2020.
Miguel Díaz Romero... o el décimo hombre, ya no lo sé.
¿Nunca has sentido que perteneces a un lugar en el que jamás has estado? |
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