sábado, 22 de mayo de 2021

O la cima o el abismo

Siempre me vi con la espada apuntando al Sol:

es una falcata mellada de cuyo filo chorrea la sangre,

que mancha mi brazalete de cuero rebujado.

Brilla el astro en su arista metálica, con un destello 

que tiene la forma de una estrella de ocho puntas.

Con mi libro encadenado al cinto

de piel humana su cubierta,

páginas amarillas de una vida gloriosa que hereden mis hijos.

No me vi mendigando una firma de libros en la librería del barrio.

O la cima o nada.

O mis alas se baten, aun siendo de cera porque no tenga para plumas,

sobre los nidos de  las águilas...

o me quedo en el solitario abismo de mi cansancio,

de este hastío por la mediocridad que me tiene tan inapetente,

apático como la misma sociedad en la que vivo.

Siempre me imaginé en ese loft de Seattle mirando la bahía:

no estoy para tardes de radio local,

ni para programas que sólo vean mis primos, obligados,

porque sea de su sangre.

Yo sangré letras antes de que germinara mi primer pensamiento,

¿no lo entendéis?

Soy el Silver Surfer de la Literatura Viva,

y si me sajas la carne aparecerán los versos, derramándose por el piso

y brotarán, cuales burbujas de ingenio, para redecorar el éter

donde caiga muerto.

Qué suspiro amargo éste...

qué desatino. Qué hambre tengo. Qué sed... de miel pura fuera de la colmena.

Este poema no lo leerá nadie.

Es sólo una descripción de un sentimiento que no me importa ni a mí mismo

y, sin embargo, heme aquí escribiéndolo... 

para cuando dé mi carne a los cirujanos, o a los cuervos.

Diréis de mí cuando me haya ido: 

"no vendió un libro en su vida porque fue un hombre íntegro:

decidió que si no alcanzaba la cima, su lugar era el abismo...

...y el muy impertinente lo hizo."

Miguel Díaz Romero

22 de mayo de 2021


 

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