AUTOBIOGRAFÍA DE MIGUEL DÍAZ LÓPEZ
Transcripción digital de un cuaderno manuscrito hallado en su taller en
marzo de 2017, casi dos meses después de su fallecimiento por cáncer de pulmón.
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Durante este tiempo mi padre
trabajó en los pueblos vecinos pero nunca en Caudete intentó tres veces hacerse
un pasaporte para emigrar a Francia, pero le fue negado tantas veces como lo
pidió. Tuvimos que avandonar la casa
de la abuela, pues a mis tíos les hacía tanta falta como a nosotros el dinero y
se vendió, nosotros nos marchamos a vivir de alquiler a una vieja casa, a las
afueras del pueblo, que hoy está combertida
en un tayer de reparaciones de automóvil.
Cumplía yo los trece años, y el
mediero, del Granillo, se nejaba a
pagarme seiscientas al mes por lo que mi madre me buscó empleo, como aprendiz
de zapatero; con un remendón en el pueblo como mediación de una señora a la que
le lababa la ropa. Y tuve que decir
adiós a mi rebaño, y a mi libertad, aquellos cinco años, de pastor que hoy todavía
recuerdo claramente, (…) en el verano, esponía
todo mi cuerpo al sol, y completamente desnudo tumbado en la hierba, o sobre
una roca totalmente lisa, mientras las obejas
pacían tranquilamente, yo gozaba de las delicias del monte sintiéndome libre,
muchas veces me dedicaba a descubrir escorpiones, y torturarles, cierta vez
cuando andaba torturando a un escorpión me picó en la llema del dedo índice produciéndome un dolor rabioso y fuerte que
me duró dos días, aun después de que luego, me hiciera un corte y me pusiera
leche de higuera en la herida, recuerdo estos momentos y es como si los
volviera a vivir, las veces que posteriormente he visitado esta finca, creo que
si gritara el nombre de mis perros ellos vendrían corriendo a mi lado como
entonces, algo imposible, pues ya están muertos, Zorro murió de viejo, y
Marquesa, aplastada por un camión, al igual Zorro que Marquesa, eran dos perros
preciosos, completamente blancos y de auténtica raza, pastor español,
juguetones e inteligentes, como ellos solos, avispados para el ganado y sin
ninguna pereza bastaba una sola señal mía, para que metieran en vereda a las
doscientas cincuenta cabezas, se conocían ya todas mis acostumbradas rutas,
pienso, ahora, que ellos solos hubieran sido capaces de llevar alganado, por
aquellos montes.
Hay algo que también quiero
contar y que viví en mi último año de pastor:
Loli, hija de Diego el mediero,
del Granillo, una niña como yo, algunas mañanas me acompañaba con el ganado, y
los dos jugábamos a ser mayores, y a perder nuestra niñez, sin perder la
ingenuidad y la inocencia (…) fue algo precioso y como he dicho antes los
mejores años de mi vida.
Recuerdo haber leído por entonces
el cuento titulado, Corazón, que hoy lo están haciendo en televisión en dibujos
animados, y bajo el título de, Marco. Este cuento o libro infantil, fue escrito
por un niño italiano, y a su vez contiene cuatro cuentos, los cuales, contienen
un gran sentimentalismo, y para mí contienen una gran belleza. Leí también
otros cuentos, pero ninguno del valor de éste; mi maestro también me leyó más
bien me recitaba poesías. Un duro al año, poeta anónimo, las jitanas, García Lorca y otros muchos de Alberti, y Miguel Hernández.
Empezé mi aprendizaje de zapatero, contento, y con ravia, pues no me gustaba este oficio
que hoy amo, y que me ha servido para restaurar la economía de mi familia,
pienso que entonces no me gustaba porque me sacó de mi ambiente, me arrancó de
mi ganado y de mi mente; aprendía con gran facilidad el oficio a la vez que lo
iba convirtiendo en un arte. Mi maestro zapatero me rregañaba, y me obligaba a estar atento a sus manos cuando realizaba
algún trabajo, de rreparación, hasta
pasar unos cuatro meses no me dejó coger la cuchilla, para cortar piel, la
materia principal en el calzado; cumplía los catorce y ya tenía el oficio casi
aprendido cuando marché por primera vez a Francia, como vendimiador. Trabajé
duro durante dos meses cortando uvas a la vez que aprendía un poco de francés y
las costumbres de la rejión de Car o departamento
74, en mis posteriores viajes a Francia conocí a gente exiliada y que añoraba
España; pobre guente muchos de ellos
han muerto sin poder volver a su patria chica.
En el 69 fue el último viage que hacía yo a Francia residiendo
allí casi todo el año esta vez fue en la región del alto Rone, esta región
francesa me gustó mucho más que las anteriores incluso mucho más que la de los
Alpes; el alto Rone es algo así como un jardín viviente, atravesado por grandes
canales que son sus arterias, en sus campos se encuentran todo tipo de árboles
frutales y de jardín, las Masías, o Masi, que es así como se definen las casas
de campo, están adornadas en todo su contorno con las más diversas, plantas y
flores de jardín, se puede decir que en esta rejión el agricultor, se convierte en artesano. Los diez meses que
estuve trabajando ayá, se despertó en
mí, el alma de campesino, y aprendí ese arte de ingertar, árboles y otras plantas, aprendí que nunca se podía ingertar un peral de cerezo, pero sí de
manzano. Esta región es llana por escelencia
y desde lo alto de las pocas cimas que en ella se encuentran, puede uno recrear
la vista, y jozar, viendo aquella
sábana verde de árboles y ortalizas,
surcadas por caminos plateados, que son los canales.
A finales de Octubre de este año
me vine de nuevo para España, y al pasar por Barcelona me quedé ayí, casi un mes en casa de mis tíos, mi
intención era de emplearme en una fábrica testir,
y ya echar raíces ayí pero no
tuve suerte, y poco antes del mes, marchaba para Caudete mi pueblo natal, con
gran alegría para mis padres, que me creían aún en Francia, sí fue grande la
alegría de mi familia cuando les (entregué) sesenta mil pesetas que había
conseguido ahorrar durante los meses de trabajo en Francia.
El oficio de zapatero ya lo tenía
aprendido, y trabajar como rremendón
en Caudete, dejaba mucho que desear, así que tomé la decisión de marchar a
Elda-Petrel, para combertirme en un
obrero de la industria del calzado, esto sucedió en enero del 70. Encontré
trabajo a los pocos días como cortador en Gómez Rivas, donde conocí a,
Fernando, que trabajaba de contable, este hombre fue el que me dio la entrada
en el Partido Comunista, a los pocos meses de conocernos, lo que hizo que
Fernando se fijara en mí y entablara amistad conmigo, fue que me pagaron 900
pesetas, y protesté por aquel sueldo ridículo después de 50 horas de trabajo.
El haber hecho aquella reclamación supuso que tomaran en cuenta mis
conocimientos profesionales.
Y no hay nada más: el resto del cuaderno está en blanco.
Se han omitido algunas frases que podrían atentar contra la intimidad
del escribiente.
Transcrito a Word por Miguel Díaz Romero en marzo de 2017.
Sabiendo que afirma tener veinticuatro años en el momento de
escribirlo, el texto fue escrito hacia 1977. Antes pasó más de dos años
encarcelado en Murcia por actividades subversivas contra el Régimen y
pertenencia al Partido Comunista de España en la clandestinidad.
Una gran persona y muy buen compañero.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, seas quien seas. Un abrazo
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