Un día, en la casa de mis abuelos, vi una flor y a su lado había un zapato. Y la flor era tan bonita que fui a arrancarla y la puse en una jarra con agua y la dejé en mi cuarto, y cuando me desperté, estaba el zapato a su lado, y cogí el zapato y lo dejé fuera, y a los cinco minutos después había vuelto, y dejé el zapato y cambié la flor y a medianoche, vi que el zapato andaba y resulta que era mágico y cuando me levanté, se quedó quieto. Lo cogí y le pregunté que adónde iba y me contestó que iba a por la flor y me dijo que era su mujer y le llevé con ella, y le dije que no les volvería a separar y se quedaron felices.
Zara Díaz, 7 años.
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