Anteayer regresé paseando a casa desde el trabajo:
Un sol líquido, de granizado de limón caliente al fondo del vaso, colgaba de un cielo neblinoso.
Duermen los libros escritos en una biblioteca oscura, repleta de peligros, donde corretean las arañas.
Me he dado cuenta del Tiempo y, aunque duele, no tengo otro remedio que dejar caer la arena.
Una lágrima me salta del ojo pensando en mis hermanos de La Habana hoy... tres caravelas surcan mi sangre, como glóbulos blancos, distraídas en el ayer.
Hecho de barro, volveré al polvo. Un susurro de letras quedará de mí, abandonado en la última leja de una librería cerrada.
La profundidad del Cosmos cabe en la palma de una mano. Sólo somos leña.
Al verte así me di cuenta de lo rápido que se me está yendo la vida; y que deseo pasarla a tu lado, envejecer juntos, que sigas extrayendo de mis canas el niño que siempre habita en mí.
Te amo con la imperturbabilidad abisal de la mirada de la luna. Mi amor por ti es el silencio que surca ventoso la superficie de Ganímedes. Aunque a veces se me olvide...
...y un abrazo pausado, de esos largos y tranquilos, de esos que no quieres soltar, me lo recuerde entrando tu perfume, afrodisíaco, en mi nariz.
Mi lucha no es de este mundo.
Pero, vida mía, no me cansaré jamás de gritar "libertad".
Dios me hizo así.
El décimo hombre quiere escribirse... tarde o temprano lo hará. Nacido para ir contra corriente. Sangre como gotitas de tinta sopladas sobre el papel amarillo. Es el recuerdo de un futuro mejor, donde fume yerba de la Comarca en mitad del salón, rodeado de libros viejos y nuevos, releyendo la novela gráfica de Loki, con el VHS de El Cuervo de fondo... no llueve eternamente.
Bajo el líquido sol de julio quiero mi Cuba libre. Un bloodymary sangriento, con extra de tabasco para los días felices, frente a mi otro amor: el Mediterráneo, perdido yo en el horizonte.
Estoy tan cansado, el agotamiento que siento ha llegado a su cénit. Lo he intentado todo, y el Tiempo no me ha dejado dar el paso siguiente. Y, sin embargo, el nudo en mi garganta afloja los tensores que van desde la cruceta de mi mente las junturas de mis falanges, esgrimiento las palabras de forma constante, derramándome sobre el teclado sin fin.
Nunca seré uno más. Por el contrario, mi reflejo en el espejo del mundo me afirma que ya lo soy... una oveja equis, pastoreada por el afán de la vida, llevada al matadero por la insolencia insípida de una vida normal y corriente...
Luchamos contra potestades del aire que quieren controlar nuestra carne. Luchamos contra la propia carne. Y, sorprendentemente, a veces ganamos.
Es mi espíritu, que quiere ser algo más... contra el Tiempo, contra la visión del líquido sol de julio, que se mofa de mi prisa, de mi mortalidad, de mis deseos; que se mofa, por ende y para siempre, de mí.
Miguel Díaz Romero.
13 de julio de 2021.
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