AS 44 escuchó bien: rara vez los
robots malentendían un mensaje. Aquel quien había llamado a su timbre había
afirmado ser “el que la amaba”. Amor: Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia
insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. “Sentimiento del ser humano…”, he allí la cuestión. AS 44 tenía
un nombre: 02660, que coincidía con su número de placa base y la identificaba
como distinta a los otros 99998 robots AS 44 de su serie. Pero no era un ser humano.
Lo que sí era, era otro “ser”… y la definición de amor acababa así: “…unión con
otro ser” independientemente de la humanidad de éste. ¿Podría ser entonces que
Fer, ese desconocido que había afirmado con serena rotundidad que la amaba, la
amase aunque ella no fuese humana? ¿Podría ella ser objeto de amor aunque jamás
sujeto pues en la definición había un emisor y un receptor, pero no una reciprocidad?
02660 se sintió confusa. Y abrió. Los dos pares de ojos se encontraron frente a
frente en el quicio de la puerta del piso tercero de aquel estrecho edificio
para droides. Los de 02660 eran dos círculos de cristal con párpados sintéticos
protegiendo una pupila de un verde imaginario al otro lado del vidrio,
centelleaban incluso en la penumbra de aquel frío corredor. Los de Fer, con las
pupilas dilatadas por la emoción, parecían estar al borde de un llanto sublime
que se derramaría cual río bravo en cualquier momento. “¿Por qué me amas?”,
dijo ella y Fer, al oír su voz tan cerca, al sentir su piel metálica tan cerca,
al estar tan prendado de su imagen divina tan cerca, creyó que le iba a
explotar la cabeza… no tenía un porqué.
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