miércoles, 6 de mayo de 2020

Fábulas post-apocalípticas XVI


“Mi nombre no es importante: sólo soy el cronista real, de palacio, de Génesis y, en el año 130 después del ‘gran catapum’, mi Señor Kratka me ordenó que escribiera las siguientes crónicas.”



16.    LA BATALLA DE KABDETH III



"El segundo amanecer de batalla supimos que seríamos derrotados: sus armas eran demasiado poderosas y su número superior... pero en los rostros de todos nosotros, incluso de los eloíses y postandalusíes que llegaron aquella madrugada, no había ni un atisbo de desaliento o tristeza, tampoco miedo ni pavor... éramos guerreros genésicos, y estábamos dispuestos a dar la vida por los ideales que Génesis, la preciosísima Génesis, representaba en nuestros corazones."

Mi Señor Kratka, en secreto y cuando acababa de despuntar el alba sobre los yermos campos donde se nos había presentado la batalla, reunió a un pequeño grupo de élite de su propia guardia y salió de nuestro campamento en dirección al de los megalisboetas. No se sabe cómo pero lograron atravesar su perímetro de seguridad sin ser detectados y llegaron al núcleo del mismo... donde se hallaba el mismísimo General Lucius y las tiendas de los comandantes del ejército enemigo.

Los capitanes genésicos, o encargados de centurias según su tribu, llamaron a las filas ignorantes de la misión secreta emprendida por nuestro amado monarca, y salieron al frente con la idea de reventar a su infantería o morir en el intento, aguerridos y valientes desde el primer minuto de contienda. 
La batalla estalló de nuevo a mitad de camino entre los dos asentamientos y el número de los megalisboetas era ya tan aplastante en ese segundo día que, por obvias razones, los dirigentes bélicos del demonio verde resguardaron a una gran parte de los suyos en retaguardia, dejando un número ingente de supervivientes batallando como primera batería con la intención de que ésta nos aplastara y así finalizara el terrible y sangriento conflicto. 
Yo estaba luchando en la vanguardia, con mi fiel espada como único ataque y mi escudo romano de metal como única defensa... había descabezado a un demonio verde cuando de repente oí el cuerno de atención en nuestras filas porque, según la longitud y el tono de la llamada militar, se acercaba una batería de carros de combate megalisboetas a nuestra posición en pelea constante. "Ya está”; pensé para mis adentros aborrascándose mi mirada y sintiendo desfallecer mi alma, "han sacado los tanques y cuando éstos lleguen, no seremos más que hojarasca bajo el peso de sus cadenas...". Creyendo que así sería, se oyó también un grito, mixtura de la sensación de final y de la esperanza de morir combatiendo por algo superior a uno mismo, de parte del capitán de la caballería postandalusí que imprimió ondas y ondas de valor en los corazones de aquéllos quienes estábamos luchando a su alrededor; y todos en un solo grito de guerra y libertad, en el último grito por nuestra propia supervivencia y la de los valores que manchaban con sangre nuestros estandartes y el filo de nuestras espadas, nos lanzamos con mayor ímpetu y rabia contra la barrera del demonio verde que pareció despavorido en principio pero que no obstante, sabiéndose vencedor, nos contuvo.

Parecía el fin del mundo, pero un cuerno diferente cambió el curso de la Historia de los Mundos...
Era la corneta megalisboeta la que ahora sonaba por los altavoces electrónicos de sus vehículos y parapetos. Y la voz de mi Señor Kratka se oyó a través de las rejillas metálicas de esos artilugios. El combate cesó en ese instante cuando la voz de Lucius también se oyó:
-Dejen de combatir, ¡alto el fuego! -dijo su General repetidas veces y todos bajamos nuestras armas, nadie caería tras ese momento. Desconcertados por ambos bandos, tanto ellos como nosotros buscamos con la mirada dónde se encontraban los generales de los dos ejércitos. Fue el mismo capitán postandalusí quien advirtió:
-¡Alli! ¡Sobre esa colina al suroeste!
Encima de la colina, y encima de un gran tanque nodriza a su vez, nuestro Señor Kratka sostenía a Lucius amenazando su garganta con una daga brillante y afilada. Uno de los guardaespaldas del monarca sostenía el micrófono cuya voz se oía amplificada por los altavoces de los vehículos a él interconectados.
-¡Alto el fuego! ¡Nos batimos en retirada! -advirtió felizmente para nosotros y amargamente para los megalisboetas su General: habían prendido a toda la cúpula militar a Kabdeth desplazada y amenazado de muerte si el combate no cesaba de inmediato.

Vimos cómo todas las tropas se iban marchando cabizbajas y rabiosas por donde hubieron venido, quedando sólo ese tanque allí arriba, con las tres figuras negras recortadas sobre el horizonte que ya no era ni gris ni azul.
-Ya es libre General... -dijo Kratka a Lucius en portugués soltándolo y dejando que se marchara.
-¡¿Cómo?! Con mi ejército vencido y estando yo solo... puedes quitarme la vida y no habrá consecuencias... -parecía sorprendido.
-Lo sé... pero soy un guerrero, no un asesino.

Con mirada de rabia, Lucius se fue corriendo, trastabillándose con los montículos de arena a su paso por la carretera, para no volver a Kabdeth... nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario