De manzanzas comemos, de rosas poetizamos.
Al Décimo Hombre se le escapan los pensamientos por la boca.
Reduerdo los diarios de muerte, y estudiantes convertidos en caracóleas espirales, quemados en un oxidado bidón.
Recuerdo los songokus dibujados y los Caballeros ensangrentados.
La ofensa, también.
Me duele la muñeca del tiempo que hace que no escribo.
Sólo somos correctores de cinta impenetrables, sobre los cuales trazar el último verso.
Migueleshernándeces de barro y de sal.
De borrasca, ciclogénesis, calima marrón y tempestad.
La postal de los Navamares bajo los cielos naranja.
Un segundo de silencio, un llanto que no llora, un sinsajo callado, el velo negro y opaco de todas las viudas.
Huella en la senda fresca, caminando entre flores para descubrir en el horizonte oriental la curvatura del mar.
Somos abrazo cálido en la muerte de siesta.
Cacharros que fregar.
El canto alegre de las gargantas rotas, el salvaje caudal que hiere la cara... el rugido del jaguar.
Respira hondo Miguel. ¿Acaso es éste tu nombre?
El Décimo Hombre lo duda, una vez más.
Los sueños de inmortalidad quedaron atrás, cuando cambiaste las portadas howardianas de Manowar por los pañales y hacer deberes de mates hasta las tantas.
Se desmenuzan las palmeras ante mi ojo derecho, que no ve.
Leyendas de medianoche.
Si tan sólo fuera maldad... tendríamos una excusa para justificarles, mi amor. Pero solamente es mundanalidad.
Una cascada es María Parodi hacia el Mediterráneo.
Caudete una sombra plagada de libros comunistas.
Este café de máquina un día acabará con todos nosotros.
En el peor de los escenarios, una célula vendrá y me transformará en pasto de cuervos, o semilla de melocotonero.
En el mejor, corbata y buenas palabras en la banca de al aldo del divino locutor.
Intermedio, terminar de una vez la colección de Masacre y morir jugando al escondite con mis nietos.
Todos los piratas deberían tener un parche en el ojo, un garfio por mano y pata de palo.
¡Ay del español que no se sienta Quijote y Blas de Lezo!
Mentiroso.
Esto de decir siempre la verdad es peligroso, ¡la grito en silencio cada instante con mis ojos!
Y ahora, para terminar y constatar que estoy loco, os diré quién habita en mí, quién es el otro:
Heisenberg; Denzel Washington en la peli American Gangster; Vincent Vega y Butch a la vez; Ikki; Theoden, hijo de Theodred, Rey de Rohan, Señor de los Eorlingas y General de los Rohirrim; Carlos Latre; Wade Wilson y Magneto; Barry Allen también; Gerry Duggan; Mike de Stranger Things y el Demogorgon; Silas; Trotsky y Kant y Nietzsche y Schopenhauer... algo de Wittgenstein; Plank; Martín Lutero y Martin Luther King; Tyson; un cubo de agua; un plato convexo; una taza cubierta de terciopelo por dentro; soy la Tortura y también el Deseo; mil mariposas ardiendo al mismo tiempo; un maldito duende; la conciencia de Pinocho y el fuego eterno de los clones de Prometeo.
Miguel Díaz Romero (c)
Prometeo |
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