Hay un trastorno del silencio. Que, como el humo mágico que agobia la ciudad, aguarda promesas en el sonido.
El mar está tan lejos, cuya inalcanzabilidad abruma mi ser. Soy una parada de autobús perenne bajo un sauce seco.
Mis botas rotas. Mi anhelo muerto.
Ansias de futuro que sajan mis manos y doblan mi espalda hacia el ocaso. Alejándome así, con el yugo del cansancio, del calor radiante de tus besos.
Soy el paisaje que pasa, el punto del horizonte que se pierde tras la estela del trayecto.
Hace tanto que no escribo que mis dedos creen que estoy trabajando al plasmar estos versos.
No hay esperanza de ocho y media a una y media, de tres y media a siete, de lunes a viernes, entre enero y diciembre. Siento la náusea lamer mi piel.
Sueño con cigarros encendidos y tatuajes en el hombro: son las pesadillas de mi afán, de mi distractor, de mi alto en el camino… de no saber qué diantres estoy haciendo conmigo.
Sólo sé que te amo,
que Le amo,
que os tengo.
Sois la única certeza en el laberinto. Construido especialmente para mí al este de Mordor.
Me abraso cada mañana; y cada mañana renazco. Soy el resurrector de la esclavitud moderna… un eslabón rebelde, sociópata, en una cadena vomitiva.
Un año. Un año alienado. Anestesiado. Abotargado. Embotado. Agarrado a la baranda de un metro sin destino… un año, pimientos, un año escapando.
De mí.
Del décimo hombre.
De Seattle.
Del Charger del sesenta y ocho.
Aspiro profundamente todo el aire posible que hay en torno a mí.
Esperaré…
…hasta ser el Dueño del Tiempo.
Miguel Díaz Romero.
Torrevieja, 10 de febrero de 2023.
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