Queridísima Andrea,
Por primera vez en mi vida he asesinado a un hombre.
En las múltiples batallas y escaramuzas bajo el halo del Emperador, con la servoarmadura puesta, había cercenado las “vidas” de centenares de biomáquinas, y exterminado a toda clase de alienígenas que el Imperio considera “inferiores”; pero nunca había levantado mi mano contra otro ser humano con el fin de darle muerte y arrebatarlo de los brazos de la vida.
He salido con mis armas y el brazalete de la mano izquierda, donde se aloja el interescritor a través del cual te narro estos trágicos sucesos. Robé una nave individual de los garajes de Casio tras rajarle la garganta. Era la única forma de escapar de las garras de la mafia en la que me vi obligado a infiltrarme por pura supervivencia.
No sé qué pasará a continuación, hay dos posibilidades más plausibles entre otras muchas: que los esbirros de Casio me persigan para vengarse, o que las rencillas interiores de su organización busquen un nuevo “rey” que poner en el lugar del muerto. Sinceramente, espero que suceda la segunda…
Atrás dejo pues los Asteroides Leverkusen en dirección al cuadrante beta, a la sombra de Luhman 16A y en dirección al Sistema Solar. No tengo muchos víveres y apenas agua, por lo que trataré de realizar alguna parada para avituallarme.
Volveré a escribirte en cuanto pueda: ahora tengo que centrarme en escapar del espacio cercano a los Leverkusen. El nerviosismo todavía bebe, violento, del sudor que mana de mi frente.
Quien te seguirá amando aunque el vacío se llene de sangre, y ningún lugar del basto Universo sea respirable,
3 de agosto de 2197. En la huida. Al borde de los Asteroides Leverkusen.
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