viernes, 23 de julio de 2021

La juventud idéntica

Paseo por la Calle El Molino, vengo del Kaus y me dirijo a La Fontana, en el Hinder están los colegas de la guarida pero yo he quedado con Marcos, el  hijo de Llorente, para tomar algo que seguramente nos servirá Salva mientras echamos una partida de dardos si está libre la diana. Es mil novecientos noventa y nunca, llevo unas botas New Rock, el pelo largo y mi camiseta de Manowar, como siempre... enciendo un cigarrillo y me cruzo con una banda de makineros: con las cazadoras de Alpha hasta en verano, vaqueros de pitillo y pelo a lo cenicero, saludo sin mucho afán a pesar de conocerlos a todos del Instituto, y continúo mi viaje ascendente hacia la Plaza del Carmen. Antes de llegar dos raperos hablan del grafiti que van a hacer en un muro abandonado de Santa Ana: uno se hace llamar Dyox, el otro Retayler. Son buena gente, artistas como yo. Los pijos abarrotan la entrada a La Fontana y la fuente de al lado, donde hace unas horas las avispas se bañaban y bebían: algunos son compañeros de clase, beben en vasos de plástico y hablan de cosas que no me interesan en absoluto. La horrible música popera me abofetea al entrar, Marcos me saluda y me pregunta qué quiero tomar...

Hoy:

Llevan ese código de barras en la nuca, sin importarles si con el tiempo se podrá quitar.

El mismo corte de pelo y la cara chupada, como si comer les espantase.

Soy demasiado viejo para llevar pantalones a lo Steve Urkel sin calcetines, o con esos tobilleros, horteras a mis ojos de dinosaurio, por debajo de la boca de las zapatillas blancas de marca.

Hace tanto tiempo que no salgo, ni me interesa, que no sé si escucharán algo distinto al reguetón... o si serán "aesthetics": se lo he oídio a mi hija de doce años, a quien le gusta la música technopop minimalista que hacen los koreanos.

No les critico por su forma de vestir ni andar: chepados con un impertérrito aparato electrónico en la mano donde leen quién sabe qué códigos indescifrables de emoticonos y abreviaturas. 

Seguramente mi padre me viera con los mismos ojos al aparecer como un heviata de tres al cuarto allá por el 96...

De hecho, esto no es una crítica, sino una apreciación.

Según las encuestas, baten récords de falta de cultura general. Según la Ley, pueden pasar de curso con 8 suspensos. Según su forma de actuar, parecen sedados... presos inconscientemente conscientes de una anestesia social que no sé quién ha creado, pero si yo soy uno de sus conscientemente inconscientes creadores, me horrorizaré en el espejo.

Me da algo de miedo, más que risa, pensar en que los dirigentes del futuro; con el 40 % de desempleo juvenil actual y las altas abstenciones escolares en secundaria y bachillerato; sean influencers, youtubers, tiktokers y cualquier otro neologismo yankee acabado en -er... como monguer.

Quizá sea la algidez moral de la que hablaba el otro día. Quizá sea que los homo muridae tienen más poder del que ya creía que tienen, y han logrado su meta sutil y discreta, de silencios desastrosos, sin que el resto de Décimos Hombres nos hayamos dado ni cuenta. 

Quizá, aquellos que sólo parecen ser movilizados por el titular y la algarabía, y el grito y el morbo, sin tiempo para la reflexión tanto a priori como posterior a sus actos... quizá, aquellos que no tienen presente y se quedarán sin futuro, aquellos a quienes no les hemos enseñado su pasado... quizá, los autómatas zombificados por este falso bienestar que parece envolverlo todo como una droga o una densa niebla... quizá un día despierten del letargo de conciencias, se inmunicen a la algidez moral, abran un libro y apaguen el móvil, y no nos dé tanta pena el horizonte que en sus manos parece que nos espera.

Nunca creí que me vería tan alejado de las generaciones que vendrían después. 

Soñé que sería eternamente joven.

Mi colección de cómics y el amor de mi vida afortunadamente creen en el niño que siempre soy.

El mundo es extraño. Dios me dice que no le pertenezco.

Soy un octavo pasajero en una caravela a la deriva,

cayendo en la espiral del Cosmos,

temblando de frío al contemplar tras el condensador de fluzo el paisaje que le dejo a mis hijos.

Miguel Díaz Romero

23 de julio de 2021 

 

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